La belleza de Budapest no es todo lo que Dios le dio; La humanidad también ha jugado un papel en la configuración de esta cara bonita. Arquitectónicamente, la ciudad es un tesoro, con suficientes edificios barrocos, neoclásicos, eclécticos y art nouveau para satisfacer a todos. Sin embargo, en general, Budapest tiene una sensación de fin de siglo, ya que fue entonces, durante la «edad de oro» de la capital a fines del siglo XIX, cuando se construyó la mayor parte de lo que se ve hoy.

Dicen que el pasado es otro país, pero siempre ha estado a la vuelta de la esquina en Budapest. Sea testigo de los agujeros de bala y las marcas de metralla en los edificios de la Segunda Guerra Mundial y el Levantamiento de 1956. Hay tristes recordatorios como los conmovedores Zapatos en el memorial del Danubio, pero también algunos de esperanza y reconciliación, como la ‘espada’ del antiguo edificio de la policía secreta en Andrássy út ahora golpeado en el ‘arado’ que es la Casa de Terror, con ambos lados de la historia contada.

La comida húngara es mucho más que el gulash, y sigue siendo uno de los estilos de cocina más sofisticados de Europa. Los magiares pueden exagerar cuando dicen que hay tres cocinas mundiales esenciales: la francesa, la china y la suya. Pero la reputación de Budapest como capital alimentaria data en gran parte de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX y, a pesar de un período de barbecho bajo el comunismo, la ciudad vuelve a llamar la atención. Así, también, son los excelentes vinos de Hungría, desde los complejos tintos de Eger y los blancos de Somló hasta el dulce Tokaj.

La ciudad está bendecida con una gran cantidad de aguas termales. Como resultado, «tomar las aguas» ha sido una experiencia de Budapest desde la época de los romanos. La elección de las casas de baños es generosa: puede elegir entre establecimientos turcos, art nouveau y modernos. Algunas personas vienen buscando una cura para lo que sea que les aqueja, pero la mayoría está allí para divertirse y relajarse, aunque todavía mantenemos que es la mejor cura del mundo para lo que los húngaros llaman macskajaj (lamento del gato): resaca.
